Más vale una vez roja que cien colorada. o algo así

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Jacaranda volvió, pero no la felicidad.

La Ñora cada día está peor.

Y es que seguro las has visto por ahí. Esas ñoras que deambulan en bata como almas en pena. Que se ponen los pants sólo para ir al mercado y cuya mayor alegría es que el marido se vaya sin desayunar. Esas ñoras que esperan que llegue la noche con el mismo gusto que un viernes de quincena. Les da igual que se acabe la leche o que no les cierre el pantalón. La Ñora, al igual que todas ellas, ha entrado en esa fase, en esa zona de confort hormonal conocida como menopausia.
— No tomes hormonas, que te da cáncer — le dice la Tota con la autoridad de haber pasado ya por ese trance —. Mejor toma alfalfa con limón para el bochorno,  y plátano para los calambres, que son lo peor.
— Es que puedo aguantar los bochornos, las pesadillas y hasta la osteoporosis — responde llorosa la Ñora —. Pero lo que no aguanto es esta triste depresión. Desde que me levanto siento como si me golpeara una tabla en la frente y no me dan ganas ni de bañarme. Y de cumplirle al Gordo, mejor ni hablamos… —. Inmediatamente la Ñora se arrepintió de su confesión. Y es que la Tota esos días andaba muy querendona con el Gordo. Con eso de que el suyo viaja mucho, le llamaba todos los días al marido de la Ñora para pedirle ayuda con el coche, con el fregadero y hasta para salir a correr. Porque eso sí, la Tota sí le ha entrado a las hormonas, los óvulos y hasta a la maca. Por eso siempre anda tan arregladita, tan mona y relajada, tan llena de energía y no le suda ni la nariz.
NI un segundo más perdió la Ñora. En cuando se despidieron, se puso a investigar en su tablet los mejores remedios caseros para superar el climaterio de la mejor manera posible.

«Poner en baño maría una cucharada de flores de trébol rojo o morado, dos cucharaditas de anís y dos de semillas de hinojo machacadas…»

«Mezclar 5 g de artemisa, una pizca de flores de espino y una taza de agua. Dejar hervir durante cinco minutos y fíltrarlo. Agregar un poco de miel abeja reina y dejar reposar un mes…»
«Tomar un puñado de hojas frescas de salvia y dejar macerar en una botella de vino blanco por lo menos, dos semanas…»
«Lavar y picar dos tallos de ruibarbo y dos de apio. Agregar dos gotas de aceite de manzanilla, una gota de aceite de ciprés, dos gotas de aceite de amaro, una gota de aceite de hinojo, dos gotas de aceite de lavanda y una gota de aceite de geranio en una tina llena con agua de rosas. Sumergirse en este baño durante 25 minutos y no depilarse durante tres meses…»
Esa misma tarde la Ñora hizo cita con su ginecólogo.

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¡Ay! ¡Cómo duele…!

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Hay muchas cosas que a una ñora no le importa perder. Por ejemplo unos kilos, un marido infiel, o codo, o el útero después de los cincuenta. Pero lo que las ñoras atesoran más que una crema milagrosa levanta-párpados, es la felicidad.
Cuando ha alcanzado la felicidad plena, una ñora la defiende como leona recién parida.
Es por eso que hoy la Ñora está dispuesta a todo para no perder lo que con tantos esfuerzos consiguió.
— ¡Jacaranda! — le dice con lágrimas en los ojos –.  Por favor ¡no me dejes!
Jacaranda siguió empacando sus revistas y liguitas para el pelo sin inmutarse. Ya estaba decidida.
— ¡Te hemos tratado como de la familia! — continuó la Ñora —. Hasta tienes tele en tu cuarto y tu catre es tamaño matrimonial. ¿Qué te da ella que no te pueda dar yo?
Pero Jacaranda no contestó. Tomó su caja y su bolsa y salió rumbo a casa de la vecina, dejando a la Ñora desconsolada.
Días después, y mientras limpiaba el baño de la Nena, la Ñora reflexionaba sobre la fragilidad de la vida, y en cómo la suerte te puede cambiar en un segundo.
Jaló la palanca del inodoro pensando que, igual que su contenido, la felicidad es efímera.

…continuará.

En busca de la iluminación

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Hay muchas cosas que la Ñora no entiende y le causa mucha angustia no hacerlo. Por ejemplo, no entiende lo que hace el Gordo en sus inteminables y frecuentes comidas de trabajo. No entiende cómo le hace la Nena para escribir tan rápido en su teléfono móvil usando tan sólo los pulgares, y no entiende sobre todo cómo funciona el calentamiento global. Pero lo que últimamente la mantiene despierta más allá de la novela de las diez, es la manera en que todo  se ha convertido de pronto en un asunto de electricidad.
— Te deseo mucha luz — le dice la Tota cada vez que terminan de hablar por teléfono.
— Que la luz te acompañe — le dice su amiga la Mocha (así le dicen porque es muy beata) —. Que la luz te acompañe — repite haciendo la señal de la Cruz.
— Una sonrisa es la luz de tu ventana — le dice el Gordo, y la Ñora sospecha que la está albureando, porque así es el Gordo, pero no está segura, así que le contesta “a ti también”. Él sonríe pícaro.
— Sé la vela o el espejo que la refleja — le dice su maestra de yoga juntando las palmas, culminando sus palabras con un sostenido ommmmmm. No sabía que en yoga se usa la física y la óptica como tema de mantras, piensa la Ñora juntando sus palmas también.
— La sombra es la luz que no ves — le dice su maestro de pintura. Ahí sí no hay duda. La Ñora tiene muy desarrollado su sentido artístico.
— Usa siempre tu luz — no sabe si el doctor se refiere a a su lamparilla, o al dinero de la consulta.
— Encuentra tu propia luz — le dice su prima, siempre tan envidiosa.
— Con la luz interior nunca dejarás de ver — esto no es totalmente cierto, piensa la Ñora mientras trata de leer en la oscuridad de su habitación.
— ¡Prende la luz!— — le dice el Gordo a la Ñora, siempre tan filosófico él.

Una Ñora flexible

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Gracias a que desde siempre la Ñora ha sido muy activa, goza de los beneficios que el ejercicio brinda a todos los que lo practican. Produce una razonable cantidad de endorfinas que la ayudan a sobrellevar la depresión, ha logrado tener un trasero en lugar de dos, y ha podido subir varias veces cinco pisos por las escaleras sin utilizar el elevador, (sólo dos veces ha requerido la ayuda de oxígeno), así que la Ñora tiene una saludable condición fíisica. Pero de lo que se siente más orgullosa es de ser muy flexible. Es capaz de  juntar las dos manos por detrás de la espalda, puede mover la cadera para esquivar una flecha desviada  en su práctica de tiro con arco, y es capaz de tocarse la punta de los pies con los codos (sentada en flor de loto, pero puede). Así es, la Ñora es muy flexible.

Por eso, cuando la Nena la invitó a participar en el concurso de porras madre-hija, la Ñora no lo dudó ni un segundo.

— Pero es en la mañana ¿verdad mijita? – preguntó la Ñora preocupada –. Porque en las tardes me hincho y no me veo bien en pants.

— Sí Ma — contestó la Nena.

— Y el equipo lo escogemos nosotras ¿verdad? Porque ya ves que la mamá de Tere es un poco especial, y luego esa ñora morenita que no sabe ni hablar, y que no nos toque la gorda porque nos arruina la porra. Y ¿qué me dices del uniforme? No Nena, mejor todo negro porque adelgaza. Y lo mandamos a hacer con la Viqui, porque ya ves que a mí no me gusta cualquier costurera, la Viqui es muy buena. Y no se te ocurra invitar a Laurita, tiene pecas y eso da muy mal aspecto, todas en el equipo debemos ser del mismo tono. Que se pinte el pelo Perlita, para vernos todas güeritas y bien uniformadas. ¡Ah no Nena! ¡Ni se te ocurra! La porra la invento yo, luego hay ñoras con muy mal gusto. Empezamos los ensayos el lunes aquí en la casa. No Nena, no es que quiera controlarlo todo, es que a mí no me gusta ir a otras casas, ya sé que falta mucho pero tenemos que empezar a ensayar, y quítate esos pantalones que pareces niño. ¡Ah! Y yo invento la coreografía, ya ves que soy muy flexible…

— Sí Ma –contestó la Nena.

San lunes

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La Ñora siempre está esperando lo peor.

Si va al súper, piensa que le van a robar su carrito. Si está en el salón de belleza, teme que el barniz de uñas no aguante para el fin de semana o que se le caiga el chongo, y si el Gordo le trae una sorpresa ella imagina que serán chocolates.

Así que hoy que es lunes y no ha llegado Jacaranda, la Ñora está pensando lo peor. Tal vez hay una marcha que desquició el tránsito de la ciudad, y entonces sí no podrá llegar al desayuno con la Tota, `porque cuando hay marcha cierran todas las calles, o tal vez Jacaranda se enfermó y a ella le va a tocar hacer la comida, y con todos los pendientes que tiene, o podría ser que de plano Jacaranda ya no llegue. Y es que el sábado se enojó con ella porque se quería ir temprano y a veces la Ñora la necesita más tiempo cuando le toca la comida familiar, «ay Jacaranda», le dijo,»siempre te vas cuando más te necesito», pero de todas maneras se fue (por lo menos preparó la cena antes de irse). De verdad qué angustia, piensa la Ñora, y todo porque siempre espera lo peor.

Por eso, cuando por fin llegó Jacaranda toda golpeada la Ñora se tranquilizó.

— Menos mal que te caíste y no fue un asalto o algo así– le dijo la Ñora comprensiva, dándole una curita.

Más tarde, mientras esperaba a la Tota para desayunar,  pensó por un momento que la iba a dejar plantada, y es que la Ñora siempre, siempre está esperando lo peor.

Amigas

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Hoy la Ñora se vistió de fiesta. Entaconada y engalanda como para ir de boda, de la mano del Gordo se enfiló emocionada a ocupar los únicos asientos disponibles en la sala de cine, no sin antes abastecerse de una Coca y una enorme bolsa de palomitas acarameladas. Justo a tiempo llegaron y se sentaron antes de que las luces se apagaran y, después de algunos anuncios que la Ñora aprovechó para enviar un mensaje de apoyo a Adelina y el Gordo para echar una pestañita reparadora, la función por fin comenzó.

La Ñora no podía creer lo que veía. Naves espaciales, enormes monstruos persiguiendo a princesas de notables curvas, un dios omnipotente que creaba historias increíbles y armas de destrucción masiva que podrían activarse con un beso de amor. Y entre todo aquel despliegue de sonido y color, la Ñora sabía que ese mundo alternativo era posible por obra y gracia de su amiga Adelina, con quien tenía en común algo más que su signo zodiacal.

La función terminó y el público se levantó vitoreando a los actores y los efectos especiales. pero pocos sabían que la autora intelectual de la película era la mismísima Adelina, así que la Ñora, haciendo uso de una voz monumental, gritó a todo pulmón ¡ARRIBA ADELINA!, pero al hacerlo no contaba con que un grano de maiz que se había quedado entre sus dos molares se desprendería y sería aspirado  hasta quedar alojado justo en el centro de la tráquea, provocando que su grito quedara sostenido en un sonido gutural que el Gordo pronto interpretó como un atragantamiento. La Ñora empezó a toser hasta ponerse morada, pero el público pensó que eso era parte del festejo, así que aplaudieron con más fuerza, uniéndose a los vítores. Adelina, emocionada, agradeció al público con humildes reverencias, hasta  que poco a poco todos abandonaron el recinto, con un muy buen sabor de boca, excepto el Gordo, quien daba respiración de boca a boca a la Ñora, hasta que ella poco a poco fue recobrando el aliento y recuperando su saludable color beige.

Esa noche, antes de dormir y después de hacer gárgaras para calmar la irritación de la campanilla, la Ñora sólo pensaba en lo feliz que estaba por su amiga Adelina.

— Mañana cuando la vea, le pediré su autógrafo — le dijo al Gordo antes de dormir.

La Ñora soñó que Adelina volaba alredor del Sol y regresaba a la Tierra iluminada por millones de estrellas. Se despertó con una enorme sonrisa.

Una en un millón

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La Ñora simpre se sintió única. Incluso cuando de niña iba a la escuela vestida con el mismo uniforme azul con cuellos plásticos (unos menos percudidos que otros) pero todos igualmente plásticos, y las calcetas, y los zapatos de todititas las niñas iguales, y los moños del uniforme, sin lunares ni otro color que no fuera del azul reglamentario, y a pesar del mismo delantal de cuadritos para los días de manualidades, con el único distintivo del nombre de cada una bordado del lado superior derecho, y formada detrás de quince niñas de menor estatura  y delante de otras quince de mayor estatura, todas vestidas igual, la Ñora siempre se sintió diferente.
Y es que como el papá de la Ñora le decía “eres especial” y su mamá “eres la mejor” y sus hermanos “eres bien rara” y otros niños “estás bien loca”, pues creció pensando que no había nadie parecido a ella y, por lo tanto, se sentía única.
Por eso el día que se encontró sentada en un café con otras siete ñoras tan, pensaba ella, diferentes a sí misma, y luego más tarde, sintiéndose especial, se fue a la clase de pintura y se dio cuenta, estupefacta, que las ñoras que estaban junto a ella se le parecían muchísimo, y en la noche, en la misa del abuelito de la Tota, la Ñora se dio cuenta que las demás ñoras se veían todas iguales, no sólo en lo negro de sus atuendos sino en los peinados y el maquillaje, y la actitud piadosa arreglándose el vestido, ahí, en medio del “dénse fraternalmente la paz” la Ñora tuvo una terrible revelación: era igual a todas las demás.

Deprimida, la Ñora decidió que no quería ser un granito más de arena en esa playa de ñoras plagiadas entre sí. Se fue a una librería y buscó entre pasillos y pasillos de libros de superación personal y ahí encontró lo que buscaba. ¡Escribiría un libro! Ninguna de sus ñoras conocidas había escrito ni siquiera un carta. Escribiría sobre cómo ser una ñora  y no perderse en el montón y, de esa manera, ayudaría a otras ñoras a no ser como ella ¡volviéndose única!

Salió de la librería con varios manuales y diccionarios, y una laptop nueva, para poder escribir en cualquier lugar, tal vez en un café cercano a su casa, eso sí que sería original.

Esa noche, al contarle al Gordo sus planes, él trató de convencerla de que era única, que no tenía que demostrarle a nadie lo especial que era, que para él era como la Rosa del Principito, que ella era SU Rosa…

Pero ella sólo anotaba lo que el Gordo le decía, y decidió que con estas frases motivacionales  empezaría su libro. Se durmió pensando que tal vez, sólo tal vez, su libro se convertiría en un best seller y que, con suerte, podría verlo en uno de esos anaqueles donde el día anterior, ella misma estaba buscando respuestas.

I-Ñora

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A la Ñora no le gustan las noticias porque se deprime, pero últimamente se siente desinformada. La Nena y el Gordo platican tan a gusto mientras ella se queda ahí nada más, sin nada que decir, sirviéndoles el café.

Pero ¡se acabó! pensó la Ñora una tarde, decidida a darle a su tablet un mejor uso que el de escribir la lista  del súper.

Llamó a la Tota y, después de varias horas en el teléfono, la Ñora pudo entender todo lo que había que saber acerca de las Apps, y ella, que sólo buscaba encontrar una página de resúmenes informativos, ahora sabía que había numerosas y divertidas aplicaciones que no sólo la mantendrían informada, sino también entretenida, divertida, motivada y hasta ¡ejercitada!.

Después de registrar su tarjeta de crédito (con algo de ayuda impaciente del Gordo) y de encontrar la contraseña de acceso a su cuenta  (gracias a las habilidades tecnológicas de la Nena) la Ñora se sentó emocionada frente a su tablet a navegar.

Días después llegó el estado de cuenta de la tarjeta de crédito, y la Ñora no pudo explicar cómo había gastado más de noventa mil pesos en vidas extras de Candy Crush y apuestas deportivas. Lo que sí pudo fue llevar pronto al  Gordo al hospital gracias a Waze, además de diagnosticarle antes que el doctor una crisis de ansiedad y no un infarto, usando su MedicApp.

En la sala de espera hizo Chek-in en varias redes sociales y respondíó los mensajes de preocupación de sus amigas al ver que se encontraba en el hospital.

Pudo llamar gratis a la nena por Viber y grabar un video gracioso con un joven residente. Sus seguidores en Vine celebraron su ocurrencia con más de 500 revines.

El Gordo canceló la tarjeta de crédito de la Ñora y volvió poco a poco a la tranquilidad.

Afortunadamente la Ñora descubrió una aplicación de trucos para conseguir vidas gratis y un sitio de apuestas seguras uilizando un presta nombres.

Y aunque de cuando en cuando recibe notificaciones con las noticas de último momento, la Ñora prefiere dejar que el Gordo y la Nena platiquen mientras ella sigue resolviendo casos criminales,  avanzando niveles o socializando alegremente en Snapchat.

A qué hora sales al pan…

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Por la mañana, cuando arranca la jornada laboral y las camionetas sustituyen a los autos en las calles, las ñoras llegan al súper.

Armadas con carritos tripulados por bebés, acompañadas con nanas de uniforme o solitarias y añosas, las ñoras cumplen con la misión fundamental de su labor doméstica: llenar la despensa y los estómagos de los habitantes de su hogar.

Ellas conocen la cortesía elemental de la convivencia en el súper: circulan a velocidad media, cuidando no golpear a la de enfrente en el tobillo. Se orillan cuando alguna ñora con evidente prisa requiere un revase, y cuidan solidarias el puesto de la despistada que, ya en la caja y lista para pagar, tiene que ir por algún artículo olvidado.

Pero algo desentona en aquel microcosmos laborioso y organizado: el Godínez mañanero al que mandaron por las cocas, el pastel de cumpleaños o las tortillas para el lunch. Entorpecen el tránsito, toman por asalto la salchichonería y oscurecen la fila del pan con suéteres de rombos y corbatas manchadas de huevo con chorizo. En las cajas se intercalan hojeando las revistas, intentando pasar desapercibidos con su botella de tequila y cien gramos de jamón.

Los choferes enviados al mandado se consideran  a sí mismos una especie de Godínez superior, y miran desdeñosos los austeros carritos del Godínez promedio, pagando en la caja rápida, mientras ellos empujan saturados carros, al lado de un ñora de buen ver.

– ¡Nos vemos en la noche, gorda! — grita un Godínez desubicado — ¡Hoy es quincena!

Una ñora avergonzada levanta el dedo pulgar sonriendo ruborizada.

Ya le recordará a su marido que sus encuentros en el súper se reservan para los sábados.

La Controlañora

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Este año a la Ñora le tocó organizar la fiesta, por lo que ha andado muy atareada con los preparativos.

El día del evento, la Ñora está prácticamente agotada, pero feliz, porque todo está ya listo para recibir a los parientes y amigos que se reúnen para recibir el nuevo año.

A la Ñora no le importa que la fiesta sea otra vez en su casa, y no en la de alguna de sus primas, porque ella se siente más a gusto sabiendo que todo está bajo control. Eso de que a última hora falten los hielos (como pasó hace seis años en casa de su prima Teté) o que el mantel no combine con el color de los platos (como en casa de su tío Pipo, que es viudo y se entiende) o como cuando a su hermana se le olvidó comprar pan negro, y sólo hubo algunos bolillos y pan francés, la llena de estrés. A la Ñora le gusta que todo esté perfecto, aunque gaste mucho y se sienta abrumada, pero eso sí, feliz.

Una por una  revisa las listas que preparó dos meses antes. La «Lista de invitados» está prácticamente palomeada, aunque nunca falta el sobrino que no llega, o el que llega con su nueva novia, o el que de plano ni confirmó. La «Lista de compras» es la más larga, pero con una sonrisa la Ñora comprueba que cada renglón está acompañado con una palomita. No quiere ni imaginar lo que sufren esas ñoras desorganizadas haciendo compras de último minuto, como su  tía Conchis, pero no es momento de criticar a nadie, así que la Ñora se felicita por su espíritu previsor y pasa a la siguiente lista, la más importante, y la que la Ñora  disfruta enormemente completar: la «Lista de platillos». Como ella ha preparado toda la comida, está muy tranquila. Eso de estar preocupada por quién va a traer qué o cómo no es para ella. Ya le pasó una vez que su tía Lucha trajo ensalada de pepino en lugar de la tradicional ensalada de manzana (que a la Nena le gusta tanto) y nunca olvidará el guiso de nopales que trajo el primo vegetariano de su marido. No. A la Ñora no le importa empezar a cocinar dos semanas antes con tal de que todo salga bien, justo como a ella le gusta.

La «Lista de pendientes» es la más complicada por la variedad de cosas qué hacer, pero la Ñora ya casi ha terminado. Sólo le falta el centro de mesa y decorar las canastitas que entregará a cada invitado con las doce uvas.

Con los pies hinchados, tres dedos quemados y dolor de la ciática, pero feliz, la Ñora se dispone a disfrutar.

Después de la fiesta y mientras lava los trastes (porque eso de usar desechables sólo su cuñada), la Ñora se promete que el próximo año será otra la que organice la fiesta. Está harta de que nadie la ayude, de tener que ser ella la que haga todo. De que sus parientes se vayan si recoger ni siquiera un tenedor. Ninguna de sus primas notó las miniaturas de azúcar con que adornó cada plato, y sólo la nueva novia de su sobrina la felicitó por numerar las servilletas y las rebanadas de pan.

Con las manos agrietadas, ojeras y cojeando, pero feliz, la Ñora se felicitó una vez más. Como siempre, su fiesta fue todo un éxito.