La Ñora simpre se sintió única. Incluso cuando de niña iba a la escuela vestida con el mismo uniforme azul con cuellos plásticos (unos menos percudidos que otros) pero todos igualmente plásticos, y las calcetas, y los zapatos de todititas las niñas iguales, y los moños del uniforme, sin lunares ni otro color que no fuera del azul reglamentario, y a pesar del mismo delantal de cuadritos para los días de manualidades, con el único distintivo del nombre de cada una bordado del lado superior derecho, y formada detrás de quince niñas de menor estatura y delante de otras quince de mayor estatura, todas vestidas igual, la Ñora siempre se sintió diferente.
Y es que como el papá de la Ñora le decía “eres especial” y su mamá “eres la mejor” y sus hermanos “eres bien rara” y otros niños “estás bien loca”, pues creció pensando que no había nadie parecido a ella y, por lo tanto, se sentía única.
Por eso el día que se encontró sentada en un café con otras siete ñoras tan, pensaba ella, diferentes a sí misma, y luego más tarde, sintiéndose especial, se fue a la clase de pintura y se dio cuenta, estupefacta, que las ñoras que estaban junto a ella se le parecían muchísimo, y en la noche, en la misa del abuelito de la Tota, la Ñora se dio cuenta que las demás ñoras se veían todas iguales, no sólo en lo negro de sus atuendos sino en los peinados y el maquillaje, y la actitud piadosa arreglándose el vestido, ahí, en medio del “dénse fraternalmente la paz” la Ñora tuvo una terrible revelación: era igual a todas las demás.
Deprimida, la Ñora decidió que no quería ser un granito más de arena en esa playa de ñoras plagiadas entre sí. Se fue a una librería y buscó entre pasillos y pasillos de libros de superación personal y ahí encontró lo que buscaba. ¡Escribiría un libro! Ninguna de sus ñoras conocidas había escrito ni siquiera un carta. Escribiría sobre cómo ser una ñora y no perderse en el montón y, de esa manera, ayudaría a otras ñoras a no ser como ella ¡volviéndose única!
Salió de la librería con varios manuales y diccionarios, y una laptop nueva, para poder escribir en cualquier lugar, tal vez en un café cercano a su casa, eso sí que sería original.
Esa noche, al contarle al Gordo sus planes, él trató de convencerla de que era única, que no tenía que demostrarle a nadie lo especial que era, que para él era como la Rosa del Principito, que ella era SU Rosa…
Pero ella sólo anotaba lo que el Gordo le decía, y decidió que con estas frases motivacionales empezaría su libro. Se durmió pensando que tal vez, sólo tal vez, su libro se convertiría en un best seller y que, con suerte, podría verlo en uno de esos anaqueles donde el día anterior, ella misma estaba buscando respuestas.