No quiero sonar como título de libro de autoayuda, o como mantra de superación personal. Sólo estoy citando a Robert de Niro en Taxi Driver, pero la frase resuena como recién pronunciada por Deepak Chopra.
Si tienes la suerte de ser una ñora más o menos saludable, medianamente pudiente y con una problemática inferior al promedio, quizá te has salvado de escuchar a los cada vez más abundantes gurús del new age que pretenden, con genuino interés, decifrar el origen de tus males.
Las palabras favoritas de estos gurús parecen ser «atracción», y sus derivados, además de «frecuencia», «vibración» y «prosperidad», entre otras.
Seguro los has visto por ahí, señalando tus fallas, haciendo diagnósticos infalibles sobre el origen de tus males y mirándote fijamente, reafirmando su diagnóstico moviendo el dedo índice mientras dictan su sentencia: «eres resultado de tus malos pensamientos».
Este es el mundo en que vivimos, en el que gente «sana» se siente con la facultad necesaria para arreglar tu vida, aunque la suya propia sea un caos.
Y aquí es donde surge una nueva tribu de ñoras sanadoras. El macramé y el bordado han sido sustituidos por el reiki casero, y los encurtidos por las flores de Bach. Un ejército de ñoras, casi siempre bien intencionadas, se han lanzado por el mundo como modernas curanderas hacedoras de pócimas milagrosas, y dotadas de manos que curan desde el resfriado común, hasta una hepatitis mal cuidada.
Y, por otro lado, las ñoras achacosas, las hipocondriacas, las histéricas, nerviosas, las deprimidas y las realmente aquejadas por diversos males, se convierten en vulnerable receptáculo de los experimentales intentos de las nuevas embajadoras de la salud.
Puedes pertenecer a un grupo, al otro, o a los dos, pero si estás del lado de las achacosas, mantente alerta ante las señales de alarma. Si detectas alguna de estas, aléjate de inmediato:
– La ñora que te recomienda el último libro cuyo título contiene la palabra «milagro».
– La ñora que, después de saludarte, saca un péndulo y lo agita frente a tu nariz, diagnosticándote algo como «miedo» o «falta de luz al nacer».
– La ñora que te manda un recado de tu ángel de la guarda, el que por cierto se llama Mauricio.
– La ñora que, cuando se entera de la enfermedad que padeces, te pregunta con gesto compasivo «¿acaso eres muy rencorosa?»
– Y finalmente, la ñora que te invita a su «taller» de meditación, al que tienes que llevar el último libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Si, a pesar de tomar estas precauciones, caes en las redes de una ñora chamana de última generación, relájate y disfruta la experiencia. Probablemente te contagies y, como zombie reclutada, pases a formar parte del cada vez más numeroso grupo de ñoras hiperactivas repartiendo salud, quién quita y le curas la gastritis a tu marido sin tener que desvestirte.