Archivos Mensuales: julio 2013

Lo que cargas, como lo que lees….

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Los libros subrayados, como las bolsas usadas, no se prestan.

Seguro lo sabes. Podrá la ñora salir sin maquillaje, sin lentes de sol y hasta en pantuflas, pero nunca saldrá sin su bolsa. El primer síntoma de la ñorez en ciernes es la niña que pide, por primera vez, una bolsa como la de su mamá, donde guardará desde un collar de fantasía, hasta un chicle masticado.

La bolsa revela más de lo que a una ñora le gustaría confesar.

Por ejemplo, hay ñoras que no se detienen en gastar veinte mil pesos en una bolsa con un oso colgando de un costado, lo cual puede parecer una inmensa cursilés, mientras otras gastan lo mismo en una enorme bolsa, sin adornos ni colores, tan sólo porque ahí  caben tres libros, dos pares de lentes, un estuche de lona lleno de cositas inútiles, que a veces no lo son tanto, un paquete de galletas y una bolsita con almendras y arándanos, si está a dieta, además del monedero y una tablet.

Una ñora minimalista usará una pequeñísima bolsa con un compartimento para tarjetas de crédito, algunos billetes y el celular. La desconfiada, por su parte,  optará por un simulacro de bolsa sobre el asiento del copiloto del auto, llena de libretas viejas y una botella de perfume vacía, mientras la bolsa real reposa cómodamente en la cajuela.

No falta la ñora con doble bolsa, pues una combina con el outfit, pequeña y con adornos de diseñador para sentirse orgullosa, mientras que en la otra guarda aquello que pudiera hacer falta, ó sea todo lo que no cabe en la bolsa ornamental.  La bolsa alterna puede ser un portafolio ejecutivo, una bolsa ecológica de súper o hasta una maleta de gym.

El morral es de uso común para las ñoras nostálgicas que quieren ñorearle al estilo hippy, mientras las hipsters usarán ese mismo morral, pero comprado en el Corte Inglés. Es importante que combine con sus lentes de pasta de color.

Hay ñoras paranoicas que no cargan bolsa, sino que guardan su dinero dentro del calcetín o, si están bien dotadas, en el tradicional  hueco entre los senos, que dicho sea de paso, se vuelve muy inseguro en caso de un encuentro sexual inesperado. A falta de estos dos recursos, la ñora miedosa usará una bolsa tipo sobre para pasaporte dentro de su ropa interior, que podrá retirarse fácilmente en caso necesario.

La bolsa es, pues, como la biblioteca personal. Sirve de refugio, te salva del aburrimiento y conserva lo que es realmente importante, pero si a ella accede un intruso podrá conocer tus más íntimos secretos. 

El aquelarre

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Que van llegando, cada una con su carga de palabras. Que unas se conocen y otras no, pero todas parecen reconocerse en un peinado, en un collar, en una gota de silicón. Que no falta la viuda, la divorciada, la separada, la recién casada, la que no sabe nada pero ahí va porque la invitaron.

Seguro las has visto llegar, macerando historias en sus bolsas de colores.

Que son ñoras orgullosas y defienden su ñorez de viudez temprana, de oxidado matrimonio, de evidente frigidez.  Y empiezan a hechizarse unas a otras.

Habrá quien las tache de brujas. Y no le sobrará razón.

Tarde de confesiones, de rumores y certezas dudosas, alrededor de una olla de caldo de secretos.

Que más tarde se separan, levantando sospechas envidiosas.

La que probó del caldo mejor cierra la boca, no se le vaya a escapar una zanahoria delatora.

Que sólo las ñoras sabias regresan a sus casas transformadas.

Nunca sabes qué hay detrás

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Como puerta de antro de la colonia Roma, es el alma de la Ñora. Oscura y luminosa, con destellos de neón y descargas repentinas de adrenalina. Se abre y se cierra misteriosamente, dejando pasar un ente o dos. Los engulle y desaparecen en su interior, para después emerger transformados. 

Llora de alegría y se carcajea de miedo. Tiene frío y calor al mismo tiempo y suda como capo en medio de un operativo. Desprende ruidos musicales, y atronadores susurros de trompetas.

Al abrirse puedes ver a los habitantes del lugar cruzar miradas, agruparse, pero al salir no se reconocen, pues el sitio los transforma a todos, guardando lo mejor y lo peor de cada quien.

Si cruzas el umbral, corres el riesgo de quedarte ahí, o de ser expulsado. 

Aunque puede suceder que tengas que salir huyendo por la puerta de atrás.