La Ñora siempre ha sido muy envidiosa.
Y es que siempre hay una así. Esas ñoras que van por la vida luciendo sus virtudes infinitas y sus uñas de colores diferentes cada una. Esas que presumen maridos infalibles, divorcios ejemplares o amantes discretos pero bien dotados. Que llevan sus cuerpos, sus zapatos y sus niños con igual orgullo y presunción.
Las envidiosas simulan alegría ante la suerte de las otras. Algunas se hacen las sordas mientras otras, con experta hipocresía, se congratulan con insólita sonrisa ante, por ejemplo, los diez kilos menos de la vecina.
Las hay que en verdad quisieran alegrarse del viaje de la comadre, pero como de plano no pueden, inventan una disentería amibiana para no ir al open house de sus mil fotos en bikini por las playas de Tailandia.
Hay quien disimula la envidia aceptándola de manera descarada: amigui, te tengo envidia pero no de la buena, de la más maldita y perra. ¡Felicidades por tu estiramiento de papada! – por supuesto que la envidiada no se da por aludida y agradece levantando la barbilla.
Por eso hoy, que es domingo y le toca confesarse, en el desayuno de amigas liberadas la Ñora dice abierta y sin tapujos:
– Soy una envidiosa.
La Tota escupió el nopal con queso panela espantada ante la insesperada declaración. Lupis y Matilde abrieron enormes los ojos desmañanados, mientras Mojiní Tlapihue (antes Sonia, pero se volvió Zen) sólo juntó las manos poniendo los ojos en blanco.
-Por lo menos es un pecado venial, de los de antes, no como los de ahora tan tecnológicos – dijo la Tota consolando a su amiga.
– ¡Ay Ñoris! – Lupis siempre hablaba en diminutivos -. El primer pasito es reconocerlo y ya lo diste. No como mi cuñis, que no perdona que su hermanito me comprara mi pulsera Pandora y a ella su marido no le regale ni una de hilitos. Bueno, lo que sea de cada quien mi cuñadita es bien picuda y se puede comprar lo que quiera, ya la hicieron gerenta general (no es por nada pero le quedaron muy bien las nalgas, ejem).
– ¡Ay Lupis, qué bárbara! – rieron todas brindando con el café -. Yo la verdad trato de no contar nada…, por eso de las envidias. – Aunque luego Matilde les contó, porque entre amigas no hay envidias, que su ex se llevó a los niños, así que podría dormir toda la tarde.
-Tú no eres envidiosa – le dice Mojiní- eres aspiracional.
-No -dijo Lupis – es que tienes baja autoestima porque la Nena te salió brillante.
-Lo que pasa- concluyó la Tota siempre tan comprensiva – es que no eres agradecida con lo que te tocó. Si no tienes para un Brad confórmate con tu Chanoc.
Todas festejaron la ocurrencia.
La Ñora se despidió porque tenía que empacar. No les contó que el Gordo se ganó un viaje en una rifa, al que él no podía ir, así que se iría sola a viajar por Europa. Pensó invitar a una amiga pero mejor no, y es que la Ñora siempre ha sido así, muy, muy envidiosa.