Desde que siendo niñas untaban una y otra vez Resistol blanco en la palma de la mano sólo para tener, una y otra vez, el placer de retirarlo ya seco, en el momento justo, ni tan seco que se rompiera ni tan fresco que se hiciera bolita, las ñoras siempre han sucumbido a los encantos de las manías. Rascarse, comerse las uñas y coleccionar estampitas, son hábitos infantiles que, con el tiempo, se convierten en múltiples y variadas obsesiones que aquejan a todas las ñoras.
Seguro has visto alguna por ahí, juntando cupones o acomodando calcetines o niños por colores favoritos (los de ella, por supuesto).
Toda ñora tiene la suya, así que no te desgastes en apartar cita con el analista. Lo más seguro es que padezcas alguna sin saberlo, y la mayoría de ellas son incurables.
Hay ñoras checadoras que van de la cocina a la recámara revisando cerrojos y prendiendo y apagando luces, tan sólo para verificar que continúan cerrados, o apagados, cada cinco minutos (incluso si están dormidas).
Las hay tan preocupadas por su peso que se suben a la báscula antes y después de bañarse, antes y después de comer y antes y después de ir al baño.
Otras no compran nada sin leer meticulosamente la etiqueta. Pasan de la dieta vegana a la deslactosada, la dieta lacto-vegetariana a la ovo-lacto-vegetariana para después entrar y salir de la Zona, hasta llegar a la cero carbohidratos. Los lunes empiezan de manera aleatoria alguna de estas dietas para después, obsesivamente, dedicarse a romperla el resto de la semana.
Hay ñoras limpiadoras o acumuladoras, y ñoras obsesivas del orden. Las hay paranoicas y esquizoides, ñoras hipocondriacas eternamente preocupadas por su salud, y ñoras cuyo atuendo debe combinar hasta con el color del moñito de sus calzones.
Hay obsesiones divertidas, como las de ñoras ninfómanas o corredoras compulsivas, otras útiles de ñoras trabajadoras y perfeccionistas, y algunas desesperantes, como las de ñoras preguntonas (las que no paran de preguntar).
La próxima vez que alguien te diga que eres muy detallista ponte alerta, quizá es tiempo de dejar de medir con regla cada pastito de tu jardín.