Ñoras deambulando en redes sociales, tomemos nota.
Archivos Mensuales: septiembre 2013
Ya no soy una zen-ñora
Este estilo de vida saludable me está matando, piensa la ñora en la sala de espera del quiropráctico. Que es una contractura de la C5 y C6 provocada por la postura del perro boca abajo, explica el huesero torciendo sorpresivamente la cabeza de la ñora.
Que estoy harta del brócoli y sus propiedades antioxidantes. Quiero una arrachera con chorizo en lugar de otra transfusión, piensa la ñora en el mercado frente a la cabeza de un marrano.
Que ya no quiero pensar positivo, quiero gritarle a la ñora que me ganó mi lugar en el estacionamiento de la clase de tai chi, en lugar de recitar un mantra pacificador, dice la ñora mirando el retrovisor.
Ya no quiero que me abran los chakras con cuarzos, que de todos modos se vuelven a cerrar. Por favor no me de chochos ni dieta ayurveda, quiero naproxeno y un tafil, suplica la ñora al doctor, tratando de encontrar el equilibrio.
Y ya estoy harta de Osho y demás gurús obsesionados con abrir consciencias, que es más fácil confesarme que limpiar el karma. Que no quiero ir al retiro tántrico para explorar mi ser interior, prefiero explorar el nuevo Chedraui Selecto que parece Target.
Y para fluir mejor me voy a la playa, que ya el diálogo íntimo conmigo misma se está convirtiendo en principios de esquizofrenia, que no hay nada como autodescubrirse para luego cubrirse de protector solar y tirarse en la postura más cómoda frente al mar, con unos camarones al ajillo y una agüita de coco, saludando al sol.
Yo soy una zen-ñora
Terminado el libro, la ñora cerró los ojos. Inhaló y exhaló varias veces repitiendo la última frase como un mantra milagroso, hasta que su consciencia elevó el concepto al nivel espiritual asignado para ese rayo de luz reveladora.
La ñora pensó que Osho le había mostrado el camino a la iluminación.
Siguiendo las indicaciones de su gurú de cabecera, la ñora inicia su transformación espiritual renovando su guardarropa.
Horas después, regresa del centro comercial con varias bolsas de ropa deportiva ligera, obvio de color blanco para no bloquear las buenas vibras, dos cajas de té verde de Starbucks, y enormes botes de suplementos alimenticios para compensar su nueva dieta vegetariana.
Al día siguiente, la ñora se va al club estrenando su outfit espiritual.
Olvidó el pedicure (no puede ir con esos pies al yoga) así que llega directo al spa, donde se encuentra a Clarita, su amiga maratonista, limándose los callos. No quiere criticar para no afectar el karma, pero ¡qué fachas!, piensa la ñora mientras inhala y exhala (aprovechando el pedicure para limpiar el quinto chakra).
Sale del spa y se cruza con un grupo de ñoras en pants de terciopelo rosa haciendo Pilates. Frívolas adoradoras del cuerpo físico, piensa desdeñosa mientras las saluda juntando las palmas e inclinando un poco la cabeza, fingiendo no ver la risita burlona de un par.
Por lo menos alcancé la meditación, piensa llegando una hora tarde al yoga, mientras se acuesta en su tapete verde a juego con su bolsa de yogui. Agradece haber ido al spa cuando ve los pies descuidados de su compañera de al lado, quien parece estar en trance.
El maestro la mira severo esperando que se acomode para iniciar el proceso de relajación.
Inhala amor, alegría, compasión…
«Cierra los ojos. Que cierres los ojos», piensa la ñora apretando sin éxito las pestañas.
… exhala egoísmo, rencor, vanidad…
«Que visualices un hermoso lago, se me olvidó hablarle a mi comadre que llegó de viaje, ¿cuánto le habrá costado? …»
Inhala equilibrio, desapego, paz…
«… que seguro se compró mil cosas la malvada, qué arrugada se veía Clarita, me estoy poniendo morada, tengo que exhalar …»
…exhala envidia, miedo, avaricia…
«…esos pants no eran de marca, el terciopelo me choca, es muy vulgar, ya ¡cállate! ¡Concéntrate! Ommmm….»
Inhala felicidad, voluntad, confianza…
«…uno, dos, tres ¡ay! me dio un calambre, respira, respira ¿qué? perdí la cuenta…»
… exhala ira, sufrimiento, rencor…
Abran los ojos, la meditación ha terminado.
Namasté.
La ñora sale satisfecha de la sesión, sintiéndose relajada, completa y feliz.
Le dura muy poco el gusto, pues el tapete dejó una mancha indeleble de color verde a lo largo de sus recién estrenados pants de yoga.
Manual de Carreño para ñoras
Nada como una ñora agradecida.
Esa ñora que desde que se levanta agradece al sol por haber iluminado su ventana, el jugo mañanero y el cafecito chiquitero que bebe mientras mira el noticiero matutino. Una ñora es agradecida cuando con una mano volantea, mientras con la otra saluda a quien le ha cedido el paso, cuando paciente espera que el limpia vidrios termine con un trabajo no pedido, pero aún así agradecido, con una moneda de diez pesos, y cuando agradece su push up frente al espejo. Una ñora que agradece es, pues, como un diamante en una lata de frijoles.
Sin embargo, nunca faltan esa ñoras que creen que lo merecen todo (y, suertudas, pareciera que así es). No dan ni las buenas noches cuando una detiene el ascensor para esperar su lento taconeo, no agradecen a la maestra que apresurada las alcanza con el suéter de su crío, y aún menos dan las gracias a la vendedora que amable les acerca el décimo par de zapatos, o a la ñora que, otra vez, les compra un nuevo artículo de su catálogo mientras lo recomienda con sus amigas.
Seguro hay una cerca de ti. Son princesas con coronas invisibles y modales de tractor. Su memoria no registra los favores recibidos y su ego les indica que los demás están ahí con el único propósito de hacerles un favor.
Si te topas con una ñora así, fíjate que no sea frente al espejo, que hasta las malcriadas hermanastras de Cenicienta acabaron dándole las gracias.