Archivos Mensuales: febrero 2018

¿Todo pasa?

Estándar

Últimamente a la Ñora no le ha ido nada bien.

A la estilista se le pasó la mano. Le dejó el pelo demasiado corto, demasiado güero y demasiado chino. Además la dejó en quiebra, y ya no le alcanzó para el tratamiento y el manicure, así que salió del salón furiosa y condenada a comer molletes  el resto de la semana.

Jacaranda se fue a las fiestas del pueblo, así que ha tenido que chachearle con intensidad, por lo que no ha podido ir a ninguna de sus actividades de rutina, menos aún ver a sus clientes. En la inmobiliaria ya están pensando que la Ñora no quiere trabajar, aunque ella les dice que trabaja todo el día, pero en su casa. Parece que no le creen.

Para colmo, ya casi cerraba una venta y una ingrata colega le robó al cliente (otra vez), y como si fuera poco le va a caer de visita doña Carmela.

– Aplica la resiliencia, tan de moda – le dice la Tota esa tarde en el café, mientras la Ñora le contaba sus penas.

Como a la Ñora no le gusta reconocer cuando no entiende, se va a googlear la palabrita al baño:

“La resiliencia es la capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro”.

– Sí mi Tota – le dice después con aire conocedor – todo pasa, y esto también pasará.

– No pasó su tarjeta – le dice el mesero.

– Yo invito –  dice la Tota, sacando su cartera.

Anuncio publicitario

Emparedada

Estándar

Hoy la Ñora se sintió muy orgullosa de ser mujer.

Y es que rodeada de mujeres chambeadoras, salidoras, desayunadoras  y exploradoras urbanas, llegó a la nueva gasolinera que tiene la cualidad de ser operada al cien por ciento por mujeres.

Con su habitual pericia conduciendo su ñoraván, la Ñora se dispuso a pasar entre dos autos, siempre guiada por una uniformada “viene-viene” quien, luciendo una perfecta manicura, se esmeraba por ser la afortunada despachadora del probable llenado de tanque del camionetón.

Sin embargo, ninguna  se percató de otra despachadora que, en un nada femenino movimiento, estaba montada en el cofre limpiando el parabrisas de un auto conducido por una godiñora, quien probablemente aprovechaba la hora del lunch para cargar gasolina a  su Tsuru,

Mientras la Ñora seguía con atención el movimiento cadencioso de la “viene-viene», la limpia-parabrisas, con nula agilidad, brincó entre los dos coches, quedando inmediatamente prensada entre la ñoraván y el Tsuru, abollando la salpicadera de este último y dislocando su cadera, provocando un griterío de ñoras de distintos tamaños y estratos sociales con una sola preocupación: llamar de inmediato a sus maridos.

La Ñora, entre tanta angustia, se sintió feliz, ya que nunca había visto tanta ñora empoderada.

– Mi marido es abogado – decía la del Tsuru, que se sintió agraviada al ser ignorada por la Ñora.

– Mi marido es policía – alegó la «viene-viene», preocupada por su responsabilidad en el atropello.

– Mi marido es narco – decía entre lágrimas la atropellada, tratando de intimidar.

– Mi marido es ajustador – aseguró una espontánea, que nunca faltan.

– Mi ex marido es  hojalatero – murmuró una deprimida que pasaba por ahí.

Tomándose un tafilito, la Ñora se sentó a esperar al Gordo, mientras otra valiente le llenaba el tanque de gasolina a su camioneta.

– Mi marido ya viene a pagar – le dijo  cuando terminó, aprovechando la vuelta del Gordo y planeando con el ahorro comprarse una bolsa, para el susto.