Archivos Mensuales: septiembre 2020

Sororidad de cuarentena

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Hace unos días, y como lo hace todos los lunes desde el 9 de marzo, la Ñora izó su bandera feminista.

El día de la memorable marcha a la que asistió liderando a todas sus amigas, no pensó en las repercusiones que tendría al haber participado, junto con cientos de mujeres, en un conglomerado que marcaría su propio destino, y el de todas las asistentes.


En el camión que las llevó al monumento a la Revolución para iniciar el recorrido, la Ñora contrajo una neumonía que la tumbó. Por más que le pidió a la chofera que le bajara al aire acondicionado ésta se negó, alegando que tanta menopáusica luego deja su vehículo con olor a la bella Nefertiti previa  momificación. Las aludidas no se dieron por enteradas, pero agradecieron el gesto solidario. Entonces la Ñora se tuvo que fletar el chiflón, quedando a su pesar, además de delicadita,  como negacionista del bochornoso climaterio.

-Es un estafilococo áureo, es decir dorado, que se le pepenó al pulmón como hongo a la morcilla -el doctor Iturribarría es muy folklórico en sus diagnósticos. Por eso, y por lo guapo, es el médico de cabecera de la familia de la Ñora. Cuando la Nena tuvo parotiditis, el doctor le quitó el dolor a globazos, literalmente. La niña tenía que inflar un globo y luego poncharlo apretándolo con el cachete contra la pared. Gracias al zumbido  que le quedó en el oído, a la Nena se le olvidaron las paperas. 


-Además -continuó el doctor dirigiéndose a la tosijosa Ñora-, debe hacer buches de cocacola poniendo la cabeza para abajo, dejando que un poco del líquido penetre en el pulmón. Cuando se empiece a ahogar, nada más  tosa con fuerza hasta eliminar por completo el refresco a través de abundantes gotículas salivales. Repita varias veces al día.


-Si la cocacola limpia tan bien los excusados, ya me imagino lo brillantes que van a quedar sus pulmones -dijo Jacaranda, percusionando a la Ñora como lo indicó el doctor.  -¡Pajarito, pajarito! -agregó casi gritando muy espantada,  tronando los dedos frente a su patrona para que volviera de los ahogos.

El caso es que desde el 9 de marzo, un día después de la marcha que cambió su vida, la Ñora no sale de su casa. El «Un día sin nosotras» se convirtió en una semana, luego en un mes y después en una protesta de duración indefinida. Por más que la Nena y el Gordo le insisten en que eso ya terminó, en que ahora el mundo es distinto, que lo de hoy es cubrirse la boca y lavarse las manos, la Ñora les dice que no. Que a ella nadie la calla, que ella no es Pilatos para lavarse las manos, que si nos falta una, nos faltan todas.

Tuvieron que llamar otra vez al doctor para bajarle las fiebres y los delirios, y para convencerla de suspender el homenaje semanal feminista hasta que cediera la infección.

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