Hay muchas cosas que a una ñora no le importa perder. Por ejemplo unos kilos, un marido infiel, o codo, o el útero después de los cincuenta. Pero lo que las ñoras atesoran más que una crema milagrosa levanta-párpados, es la felicidad.
Cuando ha alcanzado la felicidad plena, una ñora la defiende como leona recién parida.
Es por eso que hoy la Ñora está dispuesta a todo para no perder lo que con tantos esfuerzos consiguió.
— ¡Jacaranda! — le dice con lágrimas en los ojos –. Por favor ¡no me dejes!
Jacaranda siguió empacando sus revistas y liguitas para el pelo sin inmutarse. Ya estaba decidida.
— ¡Te hemos tratado como de la familia! — continuó la Ñora —. Hasta tienes tele en tu cuarto y tu catre es tamaño matrimonial. ¿Qué te da ella que no te pueda dar yo?
Pero Jacaranda no contestó. Tomó su caja y su bolsa y salió rumbo a casa de la vecina, dejando a la Ñora desconsolada.
Días después, y mientras limpiaba el baño de la Nena, la Ñora reflexionaba sobre la fragilidad de la vida, y en cómo la suerte te puede cambiar en un segundo.
Jaló la palanca del inodoro pensando que, igual que su contenido, la felicidad es efímera.
…continuará.