Hoy la Ñora se vistió de fiesta. Entaconada y engalanda como para ir de boda, de la mano del Gordo se enfiló emocionada a ocupar los únicos asientos disponibles en la sala de cine, no sin antes abastecerse de una Coca y una enorme bolsa de palomitas acarameladas. Justo a tiempo llegaron y se sentaron antes de que las luces se apagaran y, después de algunos anuncios que la Ñora aprovechó para enviar un mensaje de apoyo a Adelina y el Gordo para echar una pestañita reparadora, la función por fin comenzó.
La Ñora no podía creer lo que veía. Naves espaciales, enormes monstruos persiguiendo a princesas de notables curvas, un dios omnipotente que creaba historias increíbles y armas de destrucción masiva que podrían activarse con un beso de amor. Y entre todo aquel despliegue de sonido y color, la Ñora sabía que ese mundo alternativo era posible por obra y gracia de su amiga Adelina, con quien tenía en común algo más que su signo zodiacal.
La función terminó y el público se levantó vitoreando a los actores y los efectos especiales. pero pocos sabían que la autora intelectual de la película era la mismísima Adelina, así que la Ñora, haciendo uso de una voz monumental, gritó a todo pulmón ¡ARRIBA ADELINA!, pero al hacerlo no contaba con que un grano de maiz que se había quedado entre sus dos molares se desprendería y sería aspirado hasta quedar alojado justo en el centro de la tráquea, provocando que su grito quedara sostenido en un sonido gutural que el Gordo pronto interpretó como un atragantamiento. La Ñora empezó a toser hasta ponerse morada, pero el público pensó que eso era parte del festejo, así que aplaudieron con más fuerza, uniéndose a los vítores. Adelina, emocionada, agradeció al público con humildes reverencias, hasta que poco a poco todos abandonaron el recinto, con un muy buen sabor de boca, excepto el Gordo, quien daba respiración de boca a boca a la Ñora, hasta que ella poco a poco fue recobrando el aliento y recuperando su saludable color beige.
Esa noche, antes de dormir y después de hacer gárgaras para calmar la irritación de la campanilla, la Ñora sólo pensaba en lo feliz que estaba por su amiga Adelina.
— Mañana cuando la vea, le pediré su autógrafo — le dijo al Gordo antes de dormir.
La Ñora soñó que Adelina volaba alredor del Sol y regresaba a la Tierra iluminada por millones de estrellas. Se despertó con una enorme sonrisa.