La mamá es la mamá

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La Ñora ya no sabe cómo ser ella misma. La única casa que ha vendido es la suya — al Gordo le pareció buena idea– así que entre cajas y recuerdos, la Ñora se perdió.

Para encontrarse fue a donde van las ñoras cuando no pueden ir al psiquiatra:  la casa de su mamá.

Después de empacarse dos tazones de caldo de pollo, tres taquitos de frijol, una milanesa con papas fritas y una generosa porción de arroz con leche acompañado de galletas Marías, la Ñora se descosió.

— Mamá, ya no sé quién soy — le confió a su mamá, entre lágrimas y mocos.

— Ay mijita, yo sí sé. ¡Eres una PENDEJA! ¿Cómo se te ocurre? Mira que en mis tiempos salir con esas preguntas era como para echarte un churro, ¡y hoy con tantas opciones! Vete a un spa, hazte un masaje y cómprate una bolsa y a ver si con eso te encuentras. Y perdóname mijita, ya no te quito tiempo. Me esperan mis amigas y ya se me hizo tarde.

Y con un «Dios te acompañe» la mamá de la Ñora la persignó, despidiéndola con una cariñosa bofetada.

Horas más tarde, después de un facial y estrenado bolsa, la Ñora se sintió renovada.

Qué bueno es contar con mi mamá, le dice al Gordo esa noche, antes de tomarse un Prozac acompañado de Pepto bismol.

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